El miedo a los rebrotes por COVID-19 ha preocupado a los mercados financieros en las últimas semanas, desplazando la atención sobre el tema relevante del año, las elecciones en EEUU, a pesar de sus importantes implicaciones sobre las inversiones en cartera.
Trump, se acerca a el proceso electoral con un programa que combina nuevamente impuestos más bajos, una regulación más flexible y mayor gasto fiscal, combinación con la que consiguió pre covid una economía fuerte y la tasa de desempleo más baja de los últimos 50 años.
Biden, que le ha tomado la delantera en intención de voto al presidente como consecuencia de la nefasta gestión de Trump del la pandemia del covid, incluye en su campaña un paquete de gasto público de más de 400 mil millones y una preferencia por la tecnología, intentando contrarrestar el plan de Trump, pero incluyendo un guiño a la sostenibilidad.
Tras ambos candidatos, subyacen 2 planteamientos de política económica absolutamente divergentes, circunstancia que tendrá un impacto diferente sobre las carteras y las oportunidades de inversión dependiendo del candidato victorioso.
Biden. Promotor de una agenda verde, preferencia por una mayor eficiencia energética, renovables y nuevas tecnologías aplicadas a la movilidad con menor huella del carbono. Políticas fiscales menos laxas, una preferencia por la apertura comercial y una agenda que incluye nuevas medidas sanitarias orientadas converger hacia un modelo de cobertura sanitaria universal. Aspecto que supondrá comprometer un menor gasto a la defensa. Criterios sobre los que TRUMP mantiene justamente políticas de corte contrario.
Frente a estas premisas, se abren 2 modelos de cartera prototipo para aquellos inversores que puedan tener interés en su estructuración, por jugar con la política .
Los inversores que opten sin embargo por la preferencia de neutralizar este efecto político, activos vinculados con las tecnologías vinculadas a los servicios de las comunicaciones, sectores que no se encuentren el el foco de la regulación ni de una potencial mayor imposición, activos de compañías que mantengan unos negocios y localizaciones diversificados y compañías de productos vinculados al consumo final, pueden constituir la base de sus estrategia.
La diversidad de escenarios para los próximos 12 meses es inusualmente amplia.
Una postura moderadamente favorable al riesgo es sin embargo en todos los casos recomendable. Una cartera de inversión diversificada determinada por criterios de crecimiento secular, inversión temática, multiactivos capaces de generar beneficios recurrentes en un esperado entorno macroeconómico muy tibio. Especial énfasis a las duraciones de las carteras, que se determinará como un factor relevante. Una adecuada aproximación al punto de inflexión de las actuales condiciones de mercado y al grado de inercia en la misma, van a ser determinantes.
Una gestión activa, táctica y flexible que vaya aproximando las ponderaciones y composición de las carteras al momento de la recuperación, su naturaleza y su dinamismo, gestionando en el timing la volatilidad, incertidumbre y oportunidades, parece ser una adecuada estrategia para afrontar con éxito los próximos meses.