Desconfinamiento e impacto económico

Escenario central

Los países han Comenzado el desconfinamiento o lo irán haciendo de manera escalada a lo largo del mes de mayo, una vez se ha confirmado que una política de separación entre personas puede favorecer que los sistemas de salud recuperen sus capacidades de asistencia sanitaria sobre los contagios que continuarán generándose. Aunque sin una solución médica, la propagación del virus seguirá siendo una amenaza persistente sometida a pruebas y rastreo supeditadas a unas políticas de intervención gubernamental flexibles. Esto significará restricciones recurrentes en las empresas y sobre la libre circulación, lo que condicionará el normal funcionamiento económico, que posiblemente no se alcance hasta inicios de 2021.

El mayor o menor dinamismo del proceso de recuperación dependerá en gran parte de la eficacia y continuidad de las medidas de los gobiernos dirigidas a evitar quiebras y el aumento en los niveles desempleo.

Un aspecto que será también relevante a tener en cuenta es el que hace referencia a las soluciones necesarias de implementar ante las potenciales tensiones sociales que puedan surgir y continuar creciendo hasta extremarse a consecuencia del deterioro en el poder adquisitivo y de condiciones de vida en muchas familias, según se vaya alargando el estado de alarma y ante las posibles pérdidas de puestos de trabajo que afloren una vez levantado el confinamiento. Una situación que podrá entrar en conflicto frente a los empleadores y sus razonables intereses, orientados estos de manera primordial a encontrar solución a las situaciones de penuria y quebranto en sus negocios y empresas y las necesidades concretas para su restablecimiento y que particularmente no confluyan con los ya potencialmente tensionados de sus empleados.

En cifras, las estimaciones en este contexto para España en 2020 son de una caída del PIB en torno al -9,5% y de un aumento del desempleo hasta el 21%, a lo que hay que sumar los ERTES.

En EEUU las previsiones más extendidas descuentan que en este año se duplique el desempleo existente previo a la crisis, hasta el 7%, aunque hay algunas estimaciones con peores proyecciones, como la que publicaba esta semana BBVA, donde recoge una disminución del -4,4% en 2020 para el PIB, que no regresará a los niveles pre-crisis hasta el 2T22. En este escenario, la tasa de desempleo máxima podría superar el 15%.

Con apoyo de políticas monetarias y fiscales hiper expansivas y de amplios subsidios laborales y familiares, que pudieran trascender al gasto corriente y orientarse a generar una mayor demanda en consumo, los mercados tenderán a consolidar la actual reacción favorable de estas dos últimas semanas. Así se descuenta en este contexto, la consolidación de los precios de los activos financieros de renta variable en niveles de referencia de los 3.000, para el caso del sp500.

Un segundo escenario

Ante un segundo escenario que suponga un retraso o una prolongación del confinamiento consecuencia de una nueva ola de nuevos contagios y fallecimientos, la normalización en el funcionamiento económico es muy probable que no se registre de manera sostenible hasta junio de 2021. Al mismo tiempo, propiciaría el endurecimiento de los confinamientos, determinado por una mayor precaución política.

En este contexto, el daño infligido al empleo y las empresas supondría que la economía alcanzase ya muy debilitada, el nuevo momento de inicio en la recuperación en junio de 2021 y con una población laboral especialmente afectada humana y cualificadamente hablando.

La reacción de los mercados ante esta perspectiva sería la de un debilitamiento continuado, al no tener efecto favorable ni la política monetaria ni fiscal expansivas, ni los apoyos en forma de subsidios a trabajadores y familias. El sp500 tendería a contraerse hacia la zona de los 2.000.

Planificación financiera post-crisis

Se especula con cambios sociales y económicos de carácter estructural. Posiblemente los segundos si lo sean y vengan en sí mismos determinados, por una parte, por la necesidad de tener que financiar volúmenes mucho más elevados de deuda pública que conllevarán una mayor represión financiera y más impuestos y por una segunda parte, ante una potencial mayor inflación, consecuencia del actual shock de oferta y la más elevada masa monetaria.

La selección de activos se verá condicionada por este contexto, especialmente su tipología y la ponderación de la renta fija y el efectivo en las carteras de inversión.

Se abre un ámbito de especial interés en los mercados de private equity y Venture capital, que parten en ventaja en un contexto de retraso y ralentización de los mercados precrisis. Especialmente si están vinculados a la economía secular temática y con los nuevos paradigmas, Sostenibilidad, health Care, ciber seguridad, nuevo modelo de urbanismo, e-learning, e-commerce, fintech y todos aquellos que se vean acelerados por la adopción digital.

Otros activos a valorar como integrantes de las nuevas carteras lo suponen el oro y valores protegidos contra la inflación.

Se hace más imprescindible que nunca, una adecuada planificación financiera y una gestión dinámica patrimonial, ante la necesidad de convivir además de con una curva de tipos que tenderá a ir aumentando su pendiente positiva, con una elevada volatilidad en el conjunto de los mercados financieros. La buena gestión de las minusvalías es un elemento igualmente a considerar en la planificación estratégica

Cambios en los paradigmas, en el grado de globalización, en la relevancia de los modelos política, con una muy posible potencial proliferación de los populismos, habituales históricamente vinculados a períodos post pandemias, que lleguen cuestionando alianzas, uniones políticas, sociales, de mercado o comercio, con políticas de corte proteccionista que podrán debilitar la actividad económica y el crecimiento, al poner en riesgo el intercambio y la actividad comercial multilateral y en consecuencia las cadenas de suministro. Es muy probable que los países tiendan a evolucionar de manera mucho más desigual, económica y socialmente.

El virus ha puesto en cuestión el propio modelo que nos hemos dado y en concreto la capacidad de este de responder adecuadamente y en el tiempo preciso a las necesidades vitales y sanitarias de la sociedad en su conjunto, pero también de sustentar la logística de las cadenas de valor de los procesos de producción industriales.

Se crearán nuevas oportunidades soportadas sobre estas realidades y ante la necesidad de cadenas de suministro más robustas, se tenderá a propiciar y fomentar éstas a través de la industria local.

Las ventajas comparativas entre países pertenecientes a áreas comunes de unión política y económica propiciarán estas oportunidades. Por ejemplo, España ha sido uno de los países de la UE que, durante esta crisis, ha estado destacándose por una mayor estabilidad en el servicio de sus redes de datos. En un mundo donde las empresas expuestas a la automatización y la robótica tenderán a experimentar una mayor demanda, esta cualidad es diferenciadora.

En particular en España. Las múltiples líneas de financiación pública creadas junto a los diferentes vehículos y una reorientación de las estrategias inversoras de los bancos de inversión, pueden ser el acicate que las empresas aprovechen para reorientarse hacia la industria 4.0 a partir de fabricación local, propiciando el surgir de un nuevo tejido industrial de perfil tecnológico y de amplio valor añadido.

Sin duda, requerirá de un consenso entre los diferentes agentes sociales sobre cómo se distribuirán los compromisos ante los inevitables sacrificios a realizar.

En el horizonte temporal cercano.

La planificación financiera tiene en perspectiva un gran reto ante el nuevo universo de diversificación.

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